AFRONTAR LA PÉRDIDA

Vivimos una vida fugaz, dentro del tiempo cósmico, nuestra existencia es como un instante que se extingue casi antes de empezar. En nuestra realidad temporal nuestro espacio se dilata para poder albergar una historia, una sucesión de momentos que den continuidad a nuestras vivencias, tiempo suficiente para poder  aferrarnos a lo que más queremos. Vemos la pérdida constantemente a nuestro alrededor pero no somos totalmente conscientes del impacto que produce, hasta que nos golpea sin piedad. La pérdida es un proceso inherente a esta realidad, aunque así sea, nunca estamos preparados para la desolación que conlleva, todo es momentáneo, transitorio, pero no podemos construir con esa sensación de futilidad, buscamos erigir un vínculo indestructible con la vida, aunque sea a través de nuestras obras, necesitamos permanecer.

Sufrir al perder lo que más amamos nos posiciona emocionalmente de forma diferente con todo lo que nos rodea, nuestro duelo nos indica como nos comportamos con las frustraciones desde pequeños, no poder aceptar la pérdida nos condena a ser para siempre una víctima de nuestro dolor, es decir a padecer irremisiblemente.

Debemos encontrar un espacio en nuestro interior, donde podamos preservar toda la intensidad vivida, en un recuerdo sin pesar por lo perdido, donde todo aquello que amamos quede para siempre intacto. Aunque un día desaparezca de nuestra cotidianidad no así de nuestro mundo subjetivo, forjado con afectos imperecederos, lo que hemos compartido quedará en nosotros como parte estructural de nuestra identidad. Somos mejores al poder amar pero sentir tanta devastación nos aniquila, haciendo que toda la felicidad que hemos compartido parezca no haber tenido sentido, dejando toda nuestra existencia vacía.

El duelo permite despedirnos, a través de un periodo de aflicción, de todo lo que han representado nuestros afectos, debemos soltar el lastre del sufrimiento, para poder continuar con nuestro cometido.

La fuerza y la pasión que nos brindó todo lo amado debe persistir en nosotros para siempre, no pueden extinguirse con nuestros lamentos, hay que trascenderlos para poder seguir sintiendo, solo así podremos salir indemnes de una experiencia tan devastadora como es la pérdida.