ESTRÉS Y SEXUALIDAD

Una de las graves consecuencias que produce el estrés en nuestro organismo es la inhibición del deseo sexual, no nos damos cuenta de esta disminución de la libido hasta que sus niveles no han caído drásticamente, al no poder hacer una desconexión de los problemas cotidianos, la entrega que demanda el acto sexual es prácticamente imposible, instaurándose el temor a no cumplir con las expectativas propias o del otro. El estrés aumenta los niveles de cortisol, lo que impide la producción de hormonas como progesterona y testosterona, su consecuencia es la reducción del deseo sexual.

Con el estrés nos hemos alejado del tiempo para el goce, pero el sexo en sí mismo también puede ser una fuente de estrés, el miedo a fallar provoca la activación de la hormona tiroxina en nuestra circulación que a partir de cierto nivel frena la sexualidad.

El placer es enemigo de los estados de ansiedad , el primer paso sería combatir las circunstancias que provocan que nuestro sistema esté fuera de control. A veces erradicar los factores estresantes en nuestra vida es prácticamente imposible, entonces debemos buscar la manera de desarrollar nuevas estrategias de afrontamiento para poder pasar por las etapas estresantes  con el menor coste posible. Si no podemos reducir de ninguna manera el impacto negativo, entonces es necesario buscar ayuda profesional, con la terapia analítica o el autoanálisis aprendemos a conocer como funciona nuestra dinámica mental y como podemos controlar, todos los mecanismos defensivos que se desencadenan cuando somos víctimas del estrés.

La ansiedad es el primer síntoma que se instaura y que provoca que toda nuestra bioquímica se desequilibre, ocasionando multitud de patologías incluyendo que nuestra capacidad para disfrutar del sexo se vea gravemente perturbada. Si el estrés que vivimos en nuestra vida nos desborda no esperemos en buscar ayuda, movilicémonos lo antes posible para evitar que las secuelas físicas y psíquicas con el tiempo debiliten peligrosamente nuestro organismo.