AMBIVALENCIA AFECTIVA
El primer vínculo que nos ampara cuando llegamos a este mundo es el materno, en él encontramos el sustento imprescindible para asegurar nuestra supervivencia, este nexo de unión tan intenso desde el primer hálito de vida, está lleno de afectos profundos que forjarán nuestros arquetipos primitivos de conducta con nuestras primeras relaciones objetales. Desde que nace el bebé esta inmerso en un agitado mundo emocional, dada la limitada gama de recursos autónomos que posee, su instinto de supervivencia le insta a demandar el alimento que necesita para sobrevivir, ocasionándole un placentero sentimiento de gratificación cuando lo consigue, y frustración y dolor ante la ausencia del mismo.
Toda la agresividad instintiva que siente el bebé lo proyecta en sus figuras internas, formadas por sus progenitores y cuidadores, podríamos hablar aquí del nacimiento de una culpa muy incipiente proveniente de unos impulsos instintivos que el bebé siente contra sus primeros objetos amados.
Aquí podríamos encontrar la sede de nuestra ambivalencia afectiva, un patrón inconsciente e instintivo que esta insertado en nuestra manera de relacionarnos emocionalmente, esta actitud afectiva en la cual coexisten impulsos contradictorios que derivan de una fuente común, puede provocar mucha ansiedad en todos nuestros vínculos debido al carácter impulsivo de los mismos. La mayoría de las veces uno de los dos sentimientos queda reprimido y podemos expresar nuestro amor sin que la ira o el odio quede expuesto, solo se expresa indirectamente.
En el transcurso de la terapia analítica puede verse revelada esta parte agresiva que permanecía reprimida y desconectada de nuestros apegos, debemos entender que todos estos procesos son impulsivos e inconscientes, gestados cuando nuestro sistema cognitivo estaba formándose. En muchos trastornos psíquicos esta represión de la ambivalencia se vuelve más lábil y puede desencadenar mucho sufrimiento al no poder separar este sentimiento contradictorio hacia una misma persona.
Es necesario entender que la ambivalencia afectiva es inherente al ser humano y debemos aprender a asimilar e interpretar esa parte pulsional de nuestros afectos para poder liberarnos del sentimiento de culpa y confusión que puede bloquearnos en nuestras relaciones.