APEGO EMOCIONAL
La necesidad de sentirnos seguros y amparados desarrolla en nuestro psiquismo el sistema de apego, que nos garantiza a través de los afectos que depositamos en un tercero nuestro sostén emocional, desde nuestra tierna infancia desarrollamos una intensa vinculación hacia una única persona, que suele ser nuestra madre o cuidador, nuestro mediador con el mundo hostil de ahí fuera. La sensibilidad materna desempeñará un papel decisivo en la evolución de nuestra psique y en la experiencia subjetiva de confianza que será nuestro regulador afectivo, la conducta de apego se despliega con la finalidad de mantener la proximidad de la figura de afecto y tiene como función la supervivencia.
Los patrones de apego iniciales serán los prototipos para todas las relaciones ulteriores, estas figuras tempranas internalizadas regirán las percepciones y elecciones que tomemos, así seguimos entrelazados con un pasado intangible que rige sin pretenderlo como nos comportamos con los afectos.
Estas conductas se mantienen a lo largo de toda la vida y serán muy evidentes cuando exista una amenaza de pérdida, poniendo en marcha una serie de manifestaciones de conducta que siguen una pauta constante. Ante la pérdida se instaurará una angustia de separación que con el tiempo dará paso a la desesperanza que a través del duelo intentará superar el proceso de aflicción y desapego.
Si nuestras primeras experiencias afectivas fueron traumáticas, nuestro mundo quedará profundamente trasformado por esas primeras impresiones y desarrollaremos una serie de defensas psíquicas para poder sobrevivir y funcionar en nuestra vida.
Analizando nuestros patrones de apego podremos entender por que nos comportamos en el presente con nuestras relaciones de la manera que lo hacemos, esta información nos permitirá conocer en que estado se encuentra nuestra realidad afectiva, si el niño que todos llevamos dentro, pudo finalmente crecer y salir al mundo sin temor a perder la estabilidad que le brindaba aquello que tanto amaba.