EL INCONSCIENTE

El mundo emana y cobra sentido de lo intangible, de algo tan etéreo como nuestra mente, que formatea los conceptos para que podamos descifrar una realidad llena de datos listos para interpretar, en este mar de frecuencias la existencia se recompone como un lienzo donde plasmar nuestras creaciones. Nuestro intelecto que analiza, dirige y obra procura una evolución segura, pero desvelamos propósitos ocultos en nuestras acciones, desconocemos su fundamento pero percibimos sus efectos, algunos muy perturbadores.

Lo inconsciente, lo oculto tan irreal nos parece que lo vivimos como ajeno, que no nos pertenece, una dimensión desconocida de nuestro psiquismo que deja su rastro pero encubre su procedencia, una zona desconectada de nuestro fluir, un vacío que existe en alguna parte, esta energía que un día se utilizó para no sufrir se resiste a ser observada, para proteger lo reprimido y preservarnos del dolor.

En nuestra temprana edad no pudimos ser lo suficientemente fuertes para elaborar todo el daño y la aflicción que vivimos, son las emociones que desbordan nuestra psique, las cuales no podemos entender ni sublimar y nos dejan una impronta tan lacerante como es el trauma. En esta parte donde se asienta lo más visceral nuestro, no existe el tiempo, los conflictos no resueltos se repetirán constantemente, se plasmarán con sigilo en nuestra historia hasta que les demos un final.

La ansiedad, esa sensación sin demarcación es un aviso de que algo no funciona dentro de nosotros, no podemos razonarlo porque el inconsciente no elabora sus contenidos, solo detrás de lo que pensamos, como en entrelíneas, podemos vislumbrar su simbólica disposición. Debemos descifrar por qué nos habla y allí encontraremos las claves para recomponer todas esas emociones inconexas de nuestra existencia.