EL YO Y LO SUBJETIVO
Devenir conscientes de nuestra propia identidad es un proceso que no queda impreso en nuestra memoria, el yo incipiente emerge de un estado de profunda inconsciencia, de una existencia simbiótica que vive totalmente indiferenciada con su medio. El psiquismo se consolida casi de forma imperceptible, al tiempo que el mundo objetal se erige como punto de referencia para nuestras experiencias.
Nuestra subjetividad se forja a través de identificaciones, introyecciones y también a través de formaciones defensivas que nacen para evitar la amenaza pulsional interna.
Tomamos del mundo del Otro parte de nuestro material constitutivo, difuminando la frontera entre lo objetivo y lo subjetivo, somos un compendio de creencias, expectativas, deseos que creemos legítimos pero que vistos atentamente solo reflejan una herencia adquirida. El autoanálisis es uno de los medios por los cuales podemos desandar toda nuestra dinámica cognitiva, e ir identificando nuestros ladrillos estructurales, es un proceso complejo pero una vez desarmado el puzzle, tenemos la posibilidad de ir construyendo una imagen más acorde con lo que somos.
No poder expresar nuestra esencia proyecta una existencia llena de sombras y síntomas, que nos indican que nuestros introyectos psíquicos constitutivos, están formando una configuración desestabilizadora para nuestro sistema desde algún nivel de nuestra mente.
Ahora en el presente podemos llevar a cabo un nuevo proceso de individuación pero desde la consciencia, desde una posición de conocimiento que hemos adquirido a través de los insights de nuestro análisis, esto es lo que nos brinda la terapia, la posibilidad de conformar de nuevo nuestra subjetividad y desechar todo el material introyectado que hoy reconocemos como foráneo. Solo nos conocemos como cuerpos pensantes reaccionando a los acontecimientos de un mundo exterior, explorar nuestra subjetividad nos permite descubrir que somos seres sintientes con un poder creativo ilimitado para volver a configurarnos.
La toma de consciencia nos permite evolucionar a través de la integración de los elementos en conflicto, que generalmente se sitúan en la parte inconsciente de nuestra psique y ayuda a disminuir nuestra tendencia natural a proyectar nuestras pugnas internas sobre los demás. Lo subjetivo reconocido nos enseña cada vez más claro los límites de nuestra personalidad y posibilita la realización completa del Ser.