FRIGIDEZ: ESPECTADORAS DE NUESTRO GOCE

La ausencia de placer y deseo erótico genera mucha frustración e incomprensión en una sociocultura como la nuestra que mediatiza de manera muy significativa nuestra actitud hacia nuestra propia sexualidad. El trastorno del deseo sexual hipoactivo o frigidez es una inhibición general del deseo y la excitación sexual, a nivel psicológico no existen estímulos eróticos, a nivel físico no se produce lubricación , la vagina no se expande y no se provoca la plataforma orgásmica. El origen de este trastorno es multifactorial en la terapia analítica exploramos los primeros recuerdos sexuales infantiles y las atracciones instintivas adolescentes para poder descubrir como se configuraron nuestras primeras experiencias con el sexo y que impronta dejaron en nuestro psiquismo.

Para poder entender en profundidad este trastorno es fundamental que asimilemos que es una disfunción asociada a nuestro deseo, es a partir de aquí que debemos interpretar que falla en nuestra posición como deseantes.

Quizás aprendimos a anular nuestras propias sensaciones placenteras centrándonos exclusivamente en complacer el deseo del Otro donde nuestra educación nos modeló para permanecer en una energía siempre pasiva. El desconocimiento del funcionamiento de nuestro propio cuerpo y del orgasmo femenino puede frustrar las expectativas de goce y puede ser también una de las causas de este trastorno.

El orgasmo se produce por la contracción involuntaria de los músculos circunvaginales debido a la estimulación sensorial del clítoris que es crucial para la consecución del orgasmo, es importante que conozcamos el papel fundamental de este pequeño órgano sexual para la obtención del placer como mujeres. El estado mental en la relación sexual es fundamental ya que todas las funciones vegetativas de las que depende la excitación sexual femenina, como la vasocongestión vulvar, son sensibles a estados de tranquilidad y sosiego.

El placer que nunca llega produce estados depresivos y merma nuestra autoestima, esto nos lleva a un estado de negatividad que bloquea nuestro deseo y nuestras sensaciones sexuales, un bucle cerrado del que no sabemos como escapar. Debemos reubicarnos en nuestra posición de deseantes y permitirnos nuestro placer para poder abandonarnos libremente sin bloqueos a todo nuestro mundo sensorial.