INTROYECCIÓN: MECANISMO FUNDAMENTAL EN LA CONSTITUCIÓN PSÍQUICA

La mente humana es un prodigio formado por una serie de procesos y estados psíquicos que se irán desarrollando en el tiempo y es a través de su interacción con el medio, que será viable que este constructo configure múltiples sistemas motivacionales, es decir, estructuras que gobernarán la afectividad, la cognición y la acción. Al principio de la vida se instaurará una diada fundamental para la estructuración psíquica, que es el vínculo que se establece entre el bebé y su cuidador, una alianza emocional que será fundamental para el buen desarrollo psíquico y emocional. Es a través de esta díada o unidad dual que la mente incipiente del bebé podrá establecer las bases para el desarrollo integral del proceso introyectivo.

La introyección es un mecanismo psíquico primitivo que posibilita la incorporación de la realidad externa en el propio interior del sujeto y los introyectos son los ladrillos fundamentales con los que el yo interno se expande a partir de lo introyectado.

Para el niño la identificación que realizará con su madre, siendo éste un proceso de asimilación de aspectos de su progenitora, será la primera introyección primordial que efectuará y es una condición necesaria para que se pueda instituir su subjetividad. Sabemos que en el periodo de gestación se organiza todo el desarrollo biológico del futuro ser a través del cuerpo de la madre, de igual modo después del nacimiento y durante años, se seguirán incorporando atributos de ésta para constituir el sistema cognitivo y emocional del niño. Esta construcción del Yo del niño a través del Yo del adulto será vital para un buen proceso de maduración psíquica, siendo esta influencia estructurante o desestructurante, dependiendo de la calidad de Self del progenitor y de la forma en que se responda a las necesidades o demandas del niño.

A través del vínculo introyectado el nuevo ser será capaz de metabolizar experiencias, de vivir creativamente, alcanzar su individuación y sentirse a la vez protegido de la sensación de desamparo, propias del ser humano cuando enfrenta situaciones nuevas.

Pero si los padres tienen conflictos internos no resueltos se puede generar una cadena de identificaciones transgeneracionales, por lo tanto es de vital importancia el entorno en el que crece el niño y la actitud de los padres en este crecimiento. Si seguimos avanzando en el proceso de maduración del niño vemos que, si las identificaciones primarias se consolidaron bien, éste es capaz de sentir amor por los demás, entonces es el niño amado el que ahora ama a los otros y va en su búsqueda, estableciendo vínculos amorosos significantes. Pero cuando las conexiones primarias se han producido a través del odio por medio del maltrato psíquico o físico, las introyecciones que realizará el niño no tendrán la base adecuada sobre la cual desenvolverse y afirmarse.

El estrés vivido en los primeros años de vida puede generar traumas internos, compuesto por material psíquico y emocional que perdurará en el tiempo, y que existen al margen de la consciencia y la simbolización.

La constitución psíquica como hemos visto, se produce por el intercambio permanente del sujeto con su medio, formándose las estructuras intrapsíquicas a través de las relaciones internalizadas del pasado que pueden ser reactivadas como modelos o patrones en las relaciones interpersonales del presente. Un enfoque que puede ayudarnos a entender un poco mejor el mecanismo de la introyección, es si describimos nuestro cerebro desde un punto de vista computacional como un procesador de la información, donde toda la información o inputs entrantes en el sistema son etiquetados por nuestra mente y formarán la base con el tiempo de patrones psicodinámicos que serán vitales para nuestro desarrollo futuro. La información más predominante con la que contamos en nuestros primeros años de vida es la que nos aporta la interacción con nuestros cuidadores, proveedores principales de información, con la que construiremos un ser nuevo, nuestro Self, que está destinado a crecer y ser autónomo.

Este mecanismo de incorporación de la información nos indica, que nuestra mente se configura con las realidades psíquicas de las personas cercanas, con las que construimos vínculos afectivos en nuestro periodo de crecimiento, de esta forma nuestro mundo interno, poseerá una dotación muy elevada de la subjetividad de nuestros predecesores.

Del mismo modo como ellos internalizaron su relación con el mundo, así inicialmente se estructurará nuestra realidad psíquica, pero posteriormente es necesario realizar un buen proceso de maduración individual para aprender a discriminar aspectos sutiles de la propia personalidad y los de otra persona, en una creciente selectividad en la aceptación e internalización de las cualidades de los demás. Si este proceso no puede hacerse correctamente en nuestro periodo de desarrollo psicosexual, nuestra manera de relacionarnos y de procesar la realidad, estará muy condicionada por aspectos psíquicos inmaduros que no han podido evolucionar y tendremos poca capacidad de vivenciar nuestras relaciones emocionales con independencia y objetividad emocional. Un buen proceso de maduración es por tanto fundamental para que un nuevo Ser logre a través de toda la información primaria introyectada constituirse en una naciente e independiente individualidad.