LA AUTOIMAGEN

Para encontrar las raíces de la imagen que tenemos sobre nosotros mismos debemos remontarnos a nuestros primeros años de vida, nuestra individualidad nace al trascender la unión simbiótica materna. Los primeros vínculos con los que intercambiamos afectos fueron quienes moldearon nuestra autoimagen, en ellos nos vimos reflejados y conformaron nuestro autoconcepto, cada juicio, fuera bueno o malo, que emitieron las figuras parentales en nuestra tierna infancia, se convertiría en el componente básico con el que definiríamos quien creemos ser. Las opiniones de nuestros progenitores y las normas de la sociocultura donde crecimos formaron nuestra conciencia moral que está relacionada con la autoevaluación, la crítica y el reproche y será vital para la formación del sentimiento de autovalía o mérito personal.

Debido a que la autoestima se crea a través de un proceso de comparación, tenemos la tendencia innata de juzgarnos constantemente, donde el valor que sentimos que poseemos se basa más en los logros y méritos que hemos conseguido, en vez del valor intrínseco que tenemos como persona.

La verdadera autoestima tiene más que ver con la capacidad de amor hacia nosotros mismo que en la manera que aprendimos a considerarnos, influenciados por todas las creencias de nuestro entorno mientras crecíamos, para reconciliarnos con lo que verdaderamente somos, no deberíamos entregar la valoración de nuestro significado al parecer ajeno y si dejar de justificarnos constantemente.

La serena confianza en uno mismo se basa solo en la integridad y la autosuficiencia interior, esto significa que ya no nos estamos comparando con nadie y simplemente estamos en perfecto equilibrio con nuestro ser.

Lo que pedimos al resto de personas que nos rodean que es aceptación, amor y respeto es lo que primero deberíamos darnos a nosotros mismos, este amor incondicional que tanto ansiamos en el exterior, debería ser nuestro punto de partida, habiéndonos despojado primero, de todas nuestras falsas creencias y expectativas sobre nosotros mismos. La fuerza de todo nuestro potencial descansa en una autoestima desligada completamente de nuestro ego, solo así obtendremos la significación de lo que realmente somos y podremos plasmarlo con éxito en el mundo externo.