MIEDOS

No somos conscientes de nuestra primera impresión de temor, debido a la amnesia que nos impide recuperar nuestras primeras vivencias, no podemos encuadrar dentro de nuestra memoria, el suceso primigenio que insertó en nuestra estructura, esa sensación de alarma que quizás nos acompañe para siempre, el miedo ese fiel compañero, tanto en la vigilia como en el sueño, conforma gran parte de nuestra pesadilla vivencial. En forma de fobia persistente o agazapado detrás de conductas disfuncionales, inyecta energía nociva a nuestra vida y nuestras relaciones.

Está tan arraigado en nuestro psiquismo que pensamos que forma parte estructural de esta realidad pero si lo analizamos detenidamente como ampliando su imagen, vemos que ese temor solo está compuesto por simples creencias, que se han ido acumulando con el paso de los años y parecieran modelar un monstruo invencible.

Nos sentimos pequeños e impotentes ante una energía que cohabita con nosotros, que arrastramos desde siempre y nos impide tomar las decisiones con la libertad que quisiéramos. Si podemos conectar con esos dogmas inamovibles, esos que damos por hecho y los revisamos detenidamente, vemos que la mayoría no se sustentan, muchos de ellos fueron adquiridos de una forma casi inconsciente, mientras crecíamos la sociocultura instauró sus reglas.

Nuestra psique fue incorporando sin discernimiento todas las sombras familiares, como una cinta virgen registrando multitud de resonancias. Siendo adultos seguimos con los mismos recelos sin revisar, si podemos desactivar todas esas suposiciones que producen todos nuestros miedos, empezaremos a controlar nuestros fantasmas, quizás nunca logremos matar al dragón pero si conoceremos con que armas podemos diezmarlo.