SANAR O SUCUMBIR

Sentimos que deseamos atrapar ese estado llamado bienestar, quizás pensar en felicidad sería muy osado pero estamos convencidos que nuestro primer anhelo es no sufrir. Emergemos a la consciencia circundados por miles de estímulos ambivalentes en su naturaleza, produciendo dolor o generando satisfacción, rechazamos el sufrimiento y perseguimos el placer con gran fruición. En que punto de nuestro relato dejamos de ser fieles a esta necesidad evolutiva de transformar lo doloroso y reconstruir a través de una retribución placentera? ¿ Por qué nos servimos de la enfermedad para transitar nuestras existencias renunciando al control de nuestro devenir? Nadie piensa que abandona el mando, estamos convencidos que seguimos pretendiendo lo gozoso.

Cuando ya no podemos fomentar la vitalidad y las dolencias empiezan a instaurarse en nuestro sistema, buscamos un modo de beneficiarnos de este desequilibrio.

Nos aferramos a la enfermedad, ella nos devuelve la atención y los afectos que tanto necesitamos, haciéndonos dependientes de esas dosis de compasión, a veces más fuertes que las propias ganas de sanar. Este beneficio secundario nos dificulta el progreso en la curación, inconscientemente nos resistimos a prosperar, no queremos perder los privilegios que hemos conseguido a causa de nuestro dolor. Necesitamos emprender un arduo trabajo de exploración en nuestras mentes para llegar a evidenciar esta realidad tan oculta, hay que desvelar las creencias que sustentan este proceder tan contradictorio. Queremos realmente sanar? Debemos averiguar si en lo mas profundo, sinceramente creemos que merecemos esta felicidad que tanto anhelamos desde nuestra enfermedad, quizás nos sorprendamos boicoteando nuestra salud sin ser conscientes de ello.

Estas creencias fueron activadas por nosotros en algún momento en nuestra psique, siempre seguiremos teniendo el poder para anular sus efectos nocivos y recuperar el orden y la armonía entre lo que sentimos y lo que expresamos, modo fiable para avanzar en nuestra vida y conseguir la serenidad que tanto ansiamos.

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