Para el recién nacido no existe un mundo objetivo ahí fuera sigue manteniendo la unión simbiótica con la madre, todos sus afectos están orientados hacia ella debido a que el vínculo prenatal sigue aún intacto, el mundo al que tiene acceso en los primeros estadios de vida, está muy delimitado por su figura materna. Al crecer, el […]

El primer vínculo que nos ampara cuando llegamos a este mundo es el materno, en él encontramos el sustento imprescindible para asegurar nuestra supervivencia, este nexo de unión tan intenso desde el primer hálito de vida, está lleno de afectos profundos que forjarán nuestros arquetipos primitivos de conducta con nuestras primeras relaciones objetales.

Lidiar con las profundidades insondables de nuestros afectos es una ardua tarea, preferimos situarnos en nuestra mente concreta donde nos sentimos seguros, podemos razonar y analizar, pero desentrañar los contenidos de nuestro mundo afectivo lleno de emociones ambivalentes, a veces nos consterna. Emotividad no vivida pero si sentida con una carga pulsional