LA CARA OCULTA DE LA ENVIDIA

La envidia es un estado mental de pesar producido por todo lo que es o disfruta otra persona, es uno de los sentimientos más atávicos que puede experimentar un ser humano y para entender en profundidad cuál es su psicodinámica, debemos remontarnos a la relación más estrecha que se forma en la infancia con nuestra progenitora. Es importante comprender que la constitución de la mismidad depende siempre de la relación y de la comparación con un semejante, de hecho en la vinculación con el prójimo es donde se construye la propia identidad.

Las emociones que acompañan esta primera relación pasan del amor al odio, del placer al displacer dependiendo de como son correspondidas las demandas afectivas que se proyectan en la progenitora.

El niño en sus primeros estadios evolutivos pasa por una etapa narcisista, donde la conexión simbiótica materna se transforma en un tipo de autoenamoramiento primitivo, produciéndose un sentimiento de omnipotencia derivado de la atención solícita y amorosa de la madre. Pero este vínculo tan estrecho no está exento de transformarse o experimentarse, desde el narcisismo del niño, como una amenaza a la propia identidad y se origina una disyuntiva excluyente donde solo hay sitio para uno, se siente al otro como el causante de la finitud y el origen de la carencia de completud. No se tolera desde la posición evolutiva autocentrada del niño que la madre idealizada e introyectada se erija en un objeto independiente de la diada original, causando una herida narcisista de carencia no asumida, esto repercutirá posteriormente cuando el niño crezca, en el modo en que se enlace emocionalmente con los otros, pudiendo construirse aspectos internos de las relaciones disfuncionales.

En el núcleo de la envidia podemos encontrar identificaciones inconscientes recíprocas anheladas y necesitadas, entre el Self y el objeto, estas dinámicas se caracterizan por el deseo de ser el mismo que el objeto ideal, un anhelo de ser parte de él o fusionado con él y cuando estos sentimientos se ven amenazados, se activa un sentimiento de odio tormentoso, vengativo de la diferencia, todo ello se formula y se expresa desde un nivel inconsciente.

La fantasía del envidioso se siente como excluyente donde debido a la existencia del otro yo no puedo ser, así todo lo que el otro tiene me lo usurpa a mí, estos niveles internos de la envidia son difíciles de identificar, ya que el envidioso siente que no tolera o no soporta lo que el otro es o tiene, desde un nivel muy visceral, pero no puede conectarse desde su parte cognitiva y entender de donde procede esta intensa emoción y cual es el verdadero origen de este sentimiento tan universal pero a la vez tan tóxico y destructivo.

Este estado mental de desdicha como es la envidia, no está exento de una gran carga de juicio moral por la sociedad, ya que el envidioso es visto como portador de algo defectuoso debido a que la envidia en algunas culturas esta relacionada con el odio y la venganza, por lo tanto este hecho hace más difícil poder registrar y trabajar este aspecto tan disfuncional del Self.

Empezar a reconocer la fuerza destructiva que la envidia acarrea es el primer paso para poder hacerse cargo de esta emoción incontrolable, que asoma en un sinfín de situaciones de la vida cotidiana, a veces el mero hecho de identificarla como una respuesta automática, puede generar un sinfín de emociones internas insoportables como: fantasías de carencia, vergüenza, fragmentación, resentimiento y más envidia. Este tormento de sentirse rechazado, pequeño, poco querido, privado de un estado fantaseado de unión inicial con un objeto ideal, produce verdadero resentimiento que se aloja en las profundidades de la mente y que se manifiesta posteriormente a través de proyecciones indetectables, por uno mismo, hacia sentimientos de injusticia y rabia por quien lo tiene todo.

Las fantasías que se instauran en nuestra psique temprana de ser defectuosos si no se corrigen, llevan al resentimiento perpetuo y a la envidia vengativa, en estos estados emocionales disfuncionales, el abandono que se puede experimentar en una relación, es vivido como una fuerte aniquilación y disolución del Self, apareciendo la culpa reactiva.

Volviendo al principio sabemos que el desarrollo normal emocional y psíquico de los seres humanos debe transitar por procesos introyectivos tempranos de la función materna de sostén y protección, hecho que permitirá integrar distintas experiencias psíquicamente organizadas y cohesionadas en un Self unitario. Si en este periodo se producen desajustes en la construcción de un vínculo sano, con la primera figura con la que nos relacionamos al nacer, una de las consecuencias que podemos observar en el futuro es que el niño construya y albergue en su psique aspectos de si mismo distorsionados que van a impactar en su vida de forma muy perjudicial. Hay que aprender a identificar la envidia en toda su dimensión, en lugar de renegar de ella, para poder reestructurar aquellos aspectos internos que quedaron dañados y que desde el presente tenemos siempre la oportunidad de reconfigurar de nuevo.