SIN CONTROL

Lidiar con las profundidades insondables de nuestros afectos es una ardua tarea, preferimos situarnos en nuestra mente concreta donde nos sentimos seguros, podemos razonar y analizar, pero desentrañar los contenidos de nuestro mundo afectivo lleno de emociones ambivalentes, a veces nos consterna. Emotividad no vivida pero si sentida con una carga pulsional que se libera en nuestro sistema sin control.

La agresividad fue muy importante en el pasado de nuestra especie para sobrevivir, es la forma de defendernos frente los conflictos, pero el encubrimiento personal de la agresión suele producir motines psicológicos.

Esta rabia velada sin elaborar, suele estar en el núcleo central de la mayoría de nuestras dificultades, esta energía que no hemos podido transformar, se convierte en destructiva si podemos sacarla hacia fuera o en autodestructiva si la dirigimos hacia adentro. Como seres dotados de inteligencia, no contemplamos nuestros instintos ancestrales, anclados en las profundidades de nuestro cerebro, los cuales dotaron de supervivencia a todos nuestros antepasados, una herencia filogenética que nos ha conducido a lo que ahora somos. El precio de este salto evolutivo es nuestra neurosis, no podemos entender estos mecanismos viscerales pero debemos sublimarlos, debemos contactar con esta pulsión reprimida, trabajar con esta energía en bruto y dotarla de dirección y sentido.

La agresividad que habita en nosotros no nos deja comunicarnos, seguimos estando en la demanda afectiva de los primeros vínculos, cuando recibimos afecto aparece la carencia y sale esta agitación sin gobierno. Domar a la bestia no es fácil, quizás asumiendo su existencia escuchando que tiene que decir, podremos transformar toda la agresividad sin control en una energía productiva en nuestras vidas, es la semilla para la acción pura, debemos ser nosotros quienes guiemos hacia donde queremos plasmarla.