EL COMPLEJO DE EDIPO
Para el recién nacido no existe un mundo objetivo ahí fuera sigue manteniendo la unión simbiótica con la madre, todos sus afectos están orientados hacia ella debido a que el vínculo prenatal sigue aún intacto, el mundo al que tiene acceso en los primeros estadios de vida, está muy delimitado por su figura materna. Al crecer, el niño empieza a ampliar sus fronteras y aparecen los otros, en este periodo se instaura un triangulo afectivo donde aparece el padre, la relación dual y exclusivista que el niño tenía con la madre desaparece. Alrededor de los tres años de edad, comienza el complejo de Edipo, que sería la expresión de tendencias libidinosas incestuosas del niño hacia la madre y si es niña hacia el padre, lo cual les pone en conflicto con el progenitor del mismo sexo al que sienten como un rival.
El complejo de Edipo es un concepto central dentro de la teoría psicoanalítica que se refiere al conjunto de emociones y sentimientos infantiles, caracterizados por la presencia ambivalente de amor y hostilidad hacia los padres.
El conflicto edípico se manifestaría en la etapa pregenital del desarrollo psicosexual , reviviéndose de nuevo en la pubertad donde finalizaría con la elección de objeto dando paso a la sexualidad adulta.Esta etapa edípica se resuelve cuando el niño en su deseo de superarlo va reforzando sus identificaciones con el padre intentando cada vez más parecerse a su rival, acaba entonces por identificarse con él en una especie de solidaria connivencia en la que el padre se vuelve un modelo para el niño, lo mismo ocurre entre la niña y su madre.
Por fin el niño puede abandonar a su progenitor del sexo opuesto como objeto libidinoso y logra sublimar la situación, es decir, solo quedará un componente de cariño desexualizado. Al llegar a la pubertad sobre los doce años, el niño estará en disposición de transferir normalmente sus deseos de la madre de la infancia hacia otros objetos heterosexuales del mundo externo como son otras mujeres.
El padre debe ejercer la autoridad represora en el triangulo edípico para que se pueda dar por finalizada esta etapa del desarrollo, donde desde nuestra afectividad infantil nos enamoramos de nuestros padres, ellos siempre fueron nuestros primeros amores.